salud mental

PSICOANALISIS DE MELANIE KLEIN

03.05.2011 11:49

 

 

 

 

 


 

      LAS EMOCIONES BASICAS DEL HOMBRE

                                            ( Melanie Klein- Joan Riviere)

 

 

1. INTRODUCCION:

 

La obra de Melanie Klein, posee trascendencia en el terreno de la ciencia Psicoanalítica, uno de sus mayores méritos es el de haber asimilado profundamente las teorías impartidas por Sigmund Freud, logrando enriquecer muchas de ellas gracias al resultado de sus investigaciones, a las que se entregó impulsada por una intuición y captación verdaderamente poco comunes.

Revolucionó el ANALISIS INFANTIL creando la conocida Técnica de juego, para aplicar al análisis de niños, ya que los procedimientos anteriores se basaban en métodos predominantemente pedagógicos que no consideraban la relación transferenccial.

Las contribuciones sobre los primeros estadios del Desarrollo del Yo, han sido sumamente esclarecedores para la comprensión:

a- De las angustias Psicóticas del niño

        y del adulto.

 

En su trabajo, postula la existencia de dos etapas decisivas en la evolución del niño y de influencia fundamental en la vida mental ulterior, y que denominó:

 

                                    Posición Esquizo-paranoide

                               Posición Depresiva

 

En la primera de ellas el niño no ha podido integrar la imagen de esa persona que es su madre, ni comprender que la mano que lo acaricia, el pecho que lo alimenta y la cara que le sonríe están sutilmente unidos en un mismo ser.

No existe para él una diferencia entre YO Y EL NO YO, entre realidad y fantasía; sus primeras vivencias son una proteica reunión de sensaciones corporales y percepciones, denominadas fantasías inconscientes.

 

El mundo interno del niño se puebla con objetos benéficos y maléficos, de acuerdo con sus experiencias placenteras, pero estas vivencias extremas dan lugar a que aparezcan angustias persecutorias y el YO se disocie y recurra a mecanismos defensivos muy regresivos (omnipotencia, negación, idealización).

 

En la etapa depresiva el niño percibe a sus objetos como personas totales; dramáticamente siente que lo que antes había separado en bueno y en malo, no son sino partes de un mismo ser. Surge la culpa, los sentimientos de responsabilidad y el consiguiente deseo de reparación.

Freud ya había adjudicado un papel central en la envidia en la Psicología de la mujer; para Melanie Klein la Envidia es uno de nuestros primeros impulsos ya que surge en la más temprana relación entre Madre e hijo.

Demostró también la enorme importancia de su análisis para una buena evolución e integración del individuo.

 

 

                                        ODIO, VORACIDAD Y AGRESION

                                                       (Por Joan Riviere)

 

Dos fuentes fundamentales de las manifestaciones afectivas, son los dos grandes instintos primarios del Hombre: Hambre y amor, o sea, el instinto de auto conservación y el instinto sexual. Nuestras vidas están esencialmente orientadas hacia un doble fin: Lograr os medios que nos aseguren la existencia, y extraer placer de ella.

 

Todos sabemos que dichos fines originan emociones profundas y llegar a ocasionar intensa felicidad o desdicha. Se trata apenas de dar una idea de algunos de los patrones principales de la vida emocional y del modo cómo inciden en el comportamiento de los individuos o tipos.

 

El odio es una fuerza desintegradora y destructiva que tiende a la privación y a la muerte, y el amor una fuerza que armoniza y unifica, dirigida hacia la vida y el placer.

Pero se impone aclarar: La agresión que está íntimamente ligada al odio, no es de ningún modo totalmente destructiva o dolorosa, ya sea en sus fines o en su funcionamiento. Y el amor, que brota de las fuerzas vitales y que está tan estrechamente vinculado al deseo, puede ser agresivo y hasta destructivo en su acción.

La meta fundamental a la que todos aspiramos es a vivir, y vivir placenteramente. Para lograrlo tratamos de distribuir las fuerzas destructivas que nos habitan, ya sea desahogándolas, desviándolas o uniéndolas con el amor, de modo que puedan prodigarnos a la vez, placer « seguridad». A ello podemos llegar mediante adaptaciones infinitas, sutiles y variadas.

 

El desenlace de ese conflicto individual de adaptación es producto de dos factores que varían de un individuo a otro: La fuerza de los impulsos de amor y de odio, coexistentes en todos los seres, y la influencia ejercida por los sucesos ambientales durante el transcurso de la vida. Ambos factores, internos (coexistencia de amor y odio) y externos, se encuentran en constante interacción desde el nacimiento hasta la muerte. Se examina aquí algunas de las formas del intento de lograr « Seguridad» contra las fuerzas peligrosas y desintegradotas del odio y la agresión existentes en nosotros, las cuales, si son demasiado intensas, pueden acarrearnos penosas privaciones y hasta llevarnos a la muerte.

 

                                                            AGRESION

 

El instinto de agresión que siempre resulta defensivo, se reconoce generalmente como innato en el hombre y en la mayoría de los animales, además los impulsos agresivos son un elemento radical y básico en la Psicología humana.

(Basta observar el comportamiento internacional o nacional en Colombia) para comprobarlo.

Sabemos también que los impulsos agresivos, crueles y egoístas se hallan íntimamente ligados con el placer y la gratificación y que cierta fascinación o excitación suele acompañar a su desahogo. La satisfacción salvaje o el goce que experimenta el autor de una réplica mordaz, por ejemplo, es a menudo visible en sus ojos.

La crueldad y el horror en las historias, películas cinematográficas, televisión, deportes, accidentes y desastres,etc., excitan con mayor o menor intensidad a las personas que no han logrado modificar estos impulsos o canalizarlos hacia alguna actividad de su vida.

Casi todos experimentamos placer al superar obstáculos o imponer nuestra voluntad. Este placer está íntimamente ligado a emociones agresivas, lo cual explica en parte su carácter imperativo o tan difícil de controlar. También es evidente que ciertas formas de agresión desempeñan un papel importante en la lucha por la existencia. En todos los campos de actividad seael trabajo o el placer, se observa claramente que quienes disponen de suficiente agresión, quienes no pueden enfrentar y vencer obstáculos, carecen de una valiosa cualidad. Podemos decir que los instintos de auto preservación y de amor exigen cierta mezcla de agresión para lograr sus fines, o sea, que el elemento agresivo es esencial para su funcionamiento.

La idea dela existencia de impulsos agresivos, tanto en nosotros como en los demás, resulta desagradable; de allí que inconscientemente tendamos a disminuir y desestimar su importancia. No les otorgamos un primer plano, sino que los mantenemos al margen de nuestra percepción, sin permitir que interfieran en nuestra visión de la vida. Ese enfoque borroso nos preserva en pate de reconocer su alarmante proximidad, fuerza y vitalidad. Este es, por supuesto, un método muy primitivo de defendernos del temor que nos causan; apenas logra apaciguarnos, sin proporcionar ninguna ventaja real.

Una condición del trabajo científico es que para un examen profundo, no puede tomar ciertos aspectos parciales de un todo y descartar otros. El Psicoanálisis ha demostrado, en consecuencia, que estos hechos bien conocidos aunque dolorosos de aceptar, tiene una influencia mucho más amplia y significativa, más dinámica, que la que generalmente se les atribuye.

Se ha podido determinar que la Ansiedad ante la dependencia parte de innumerables situaciones tempranas, común a todos los lactantes.Un niño de pecho, aunque en realidad dependa totalmente de otra persona, no teme al principio esa situación porque no la reconoce. De hecho, no reconoce otra existencia que la suya ( El pecho materno para él es simplemente una parte de sí mismo, sólo una sensación en épocas tempranas) y espera que todos sus deseos sean cumplidos. Quiere el pecho por amor, por así decirlo, por el placer de succionar y también para aplacar el hambre. Pero ¿ qué sucede si no se cumplen sus exigencias, y anhelos? en cierta medida, el niño toma conocimiento de su dependencia; descubre que no puede satisfacer por sí mismo todas sus necesidades:

entonces llora y grita. Se vuelve agresivo. Automáticamente explota, digámoslo así, con odio y vehementes deseos de agredir. Al sentir vacío y soledad, es preso de una reacción automática que puede pronto transformarse en algo incontrolable y abrumador

una encarnizada agresión que le provoca dolor y sensaciones corporales de estallido, quemazón, sofocación y ahogos.

 

Estas, a su vez, incrementan los sentimientos de pérdida, dolor y aprensión. El lactante no distingue entre el yo y no yo; sus sensaciones son su mundo, el mundo para él. De allí que al sentir frío, hambre o soledad, deduzca que en el mundo ya no hay leche, bienestar ni placer; las cosas valiosas de la vida se han desvanecido. Y cuando lo atormenta el deseo, la ira, el llanto incontrolable y sofocante, las evacuaciones dolorosas y quemantes, todo su mundo es sufrimiento: Se siente escaldado, destrozado y torturado, él también.

Esta situación por la que todos los niños pasan, tiene enormes consecuencias para el curso ulterior de la vida ( Esta experiencia Psicológica parece ser una de las peculiaridades humanas debidas a sus condiciones evolutivas. Es parte del mismo fenómeno de prolongada dependencia y necesidad de ayuda por que atraviesa la criatura humana comparada con otros animales)

Es la primera experiencia de algo similar a la muerte, una noción de carencia una abrumadora pérdida que parece producirse en sí mismo y a su alrededor. « Esta experiencia despierta el concocimiento del amor ( en forma de deseo) y el reconocimiento de la dependencia ( en forma de necesidad)», en forma simultánea e íntimamente ligada con sentimientos y sensaciones ingobernables de " dolor" y " amenaza de destrucción" interna externa.

El mundo del niño se descontrola; una huelga o un terremoto ha ocurrido en su universo porque él ama y desea, y esto ocasiona sufrimiento y destrucción. Sin embargo no pueden manejar ni suprimir su deseo, su odio o sus esfuerzos tendientes a tomar y obtener; y la crisis destruye su bienestar. Su reacción inmediata a este penoso estado de cosas es tratar de recuperar y preservar parte, por lo menos, de la bienaventurada seguridad de antes, que se perdió cuando una carencia desencadenó sus impulsos destructivos. De esta manera se desarrolla una gran necesidad de apoyo y defensa contra esos terribles riesgos e intolerables experiencias de privación, inseguridad y agresión, internas y externas.

 

Es éste el punto de partida de una tarea constante a lo largo de la existencia: asegurar el auto preservación y el placer, con el menor riesgo posible de destructiva internas, las que podrían acarrear también la destrucción de los demás.

 

Huelga decir que ni estas tempranas experiencias ni los ajustes que ellas exigen subsisten en la memoria o en la conciencia. El sector «inconsciente» de la mente es su campo de acción; la mente consciente sólo conoce una pequeña parte del amor, miedo y odio que desde aquella comarca, rigen toda nuestra vida.

Mucho de lo señalado aquí permanece siempre inconsciente.

Podría definirse al psicoanálisis como el estudio de los motivos de la conducta humana, hasta ahora en gran parte inexplicables, puesto que son en gran parte inconscientes, es decir, desconocidos por nosotros.

El odio y la agresión, la envidia, los celos y la voracidad que el adulto siente y expresa son derivaciones, generalmente muy complicadas, de esta experiencia primaria y de la necesidad de manejarla, para sobrevivir y lograr algún placer en la vida.

 

                                                         PROYECCION

 

El mecanismo de PROYECCION del cual derivan tantos otros, constituye la primera y fundamental medida de seguridad contra el dolor, los ataques y el desamparo.

 

Este proceso permite que todas las sensaciones o sentimientos penosos y desagradables a la mente queden automáticamente relegados al exterior como si pertenecieran a otro ámbito que no es el nuestro. Desechamos y repudiamos estos sentimientos como patrimonio nuestro; expresándolo en forma poco gramatical pero muy Psicológica, los atribuimos contra el prójimo. En la medida en que reconocemos estas fuerzas destructivas como propias, proclamamos que han surgido de manera arbitraria, por culpa de agentes externos, y que deben volver al sitio que les corresponde.

En el caso del niño, como se ha dicho, la diferenciación entre estados placenteros y displacenteros, entre sentimientos buenos y malos en su interior, se refleja en el mundo externo e influye sobre su discriminación entre lo bueno y lo malo en las cosas y personas de su ambiente.

 

 

La proyección es su primera reacción frente al dolor y probablemente permanece como la más espontánea ante cualquier sentimiento penoso que experimentamos en el curso de la vida.[1]

 

El desarrollo mental ulterior nos permite en medida variable sofrenar o controlar esta instantánea reacción primitiva y subjetiva, reemplazándola por métodos más adaptados a la realidad objetiva y a la situación en que nos hallemos.

 

El ejemplo más simple de proyección en la vida cotidiana es el Tu quoque ( tú también hijo mío): Grito de dolor de César cuando advirtió que, entre sus asesinos se encontraba Bruto, su hijo adoptivo). Cuando alguien nos atribuye algo desagradable, solemos afirmar de inmediato que lo desagradable está en él.

 

Pero esto ocurre con más frecuencia aún sin que medie provocación alguna. Lo ilustran con suma claridad los sentimientos del hombre corriente acerca de la maldad y agresión de otras naciones, y no la propia, o sus juicios sobre el partido político opositor al suyo: Todo en aquel es dañino, destructivo y egoísta al máximo, mientras que las intenciones y motivos de su propio partido son lo más justiciero que su fantasía concibe. En el trabajo, el hombre común se inclina a ver egoísmo, interés y agresión despiadada, sean en los empleados, sean en los patrones, según la posición en que se encuentre.

Como ejemplo de la gran fuerza y la universalidad del mecanismo de la proyección, tomemos la actitud humana hacia la muerte. A mi juicio, lo que más tememos son las fuerzas destructivas que operan dentro y contra nosotros mismos.

 

La muerte es la culminación del poder destructivo que podemos concebir. Por lo tanto nuestra propia muerte representa el súmum de las fuerzas destructivas que actúan « en nuestro interior».

 

La proyección constituye pues el primer paso para apaciguarnos ante los peligros que nos amenazan desde adentro. Una vez que la mente ha logrado concentrarlos y localizarlos fuera, la próxima medida proyectiva consiste en descargar los impulsos agresivos internos mediante el ataque contra estos peligros situados en el exterior.

 

La agresión original se expulsa y se ubica afuera como algo malo, lo cual permite transformar en blanco al objeto investido de esta peligrosidad que sirve a la descarga de la agresión subsiguiente.

 

Como ya lo he expresado antes, la agresión y el odio que hierven en nuestro interior nos parecen, al principio fuerzas incontrolables y al enfrentarnos con ellos nos sentimos estallar y ahogar, quemar y sofocar. Más tarde en la vida del adulto, también a veces « estalla» de rabia, arde en deseos de conseguir lo que quiere, de arrancar a alguien los ojos ( o cualquier otra parte del cuerpo), o se siente sofocado y ahogado por emociones contenidas. Parecería entonces que su mente dejara de funcionar; no ve, no puede pensar ni hacer las cosas más sencillas, menos aún trabajar y quizás hasta sevea temporariamente incapacitado de preservar su seguridad corporal.

Para evitar que esto nos ocurra, debemos buscar al odio y a la rabia una descarga rápida en otra parte. Un niño lleno de odio contra una persona querida, ataca a otro niño, o tortura sus muñecos; el hombre fastidiado con su patrón insulta a su esposa. Como dice un viejo proverbio inglés:

« se ha dado al costal el golpe destinado al asno» El salvaje apalea a su ídolo cuando no le satisfacen sus condiciones climáticas. Es lo que hacemos al ubicar el mal en personas de quienes nos sentimos alejados, o que se encuentran a una distancia prudencial, o a quienes no tenemos ninguna necesidad de amar como amaríamos a nuestros allegados. Pueden servirnos para éste fin los extranjeros, los capitalistas, quizás las prostitutas, o talvez una raza particularmente odiada que constituya un grupo que nos sea permitido despreciar, si se nos antoja, o un profesor.

Estas acciones y actitudes agresivas son (sobre todo para nuestra mente inconsciente) métodos relativamente seguros de descargar odio y venganza, en comparación con su forma original, más simple y profunda, o sea, el impulso vengativo de robar y destruir a la persona de quien dependemos y que talvez sea al mismo tiempo amada y deseada (en la niñez destruir a la madre, o al padre y al hijo amados por ella como partes de sí misma).

Dividimos a las personas en buenas y malas: algunos nos gustan a las amamos, otras nos disgustan y las odiamos.Intentamos así aislar y «localizar» estos sentimientos tratando de impedir que interfieran uno con otro. Esta solución nos permite también obtener «placer» mediante la gratificación de nuestros impulsos agresivos sin que nos acarreen, esperémoslo, daño ninguno. Nos procuramos objetos que puedan ser blanco seguro de nuestra agresión y odio, del mismo modo como tenemos en casa un lugar y un receptáculo seguros para recibir los productos ofensivos o nocivos que el cuerpo elimina. Ambos métodos,psicológico uno y físico el otro, tienen por objeto preservar en cierto grado la vida, la salud y la higiene propias, así como la de aquellos a quienes amamos y de quienes dependemos para nuestra subsistencia y placeres. Podemos entonces permitirnos liberar hostilidad y odio contra esos focos de infección que hemos creado o ayudado a crear.

Tommos ejemplos de la vida cotidiana.

Es muy frecuente que los niños sientan desagrado por sus primos, especialmente cuando mantienen con sus propios hermanos relaciones muy buenas. Los primos se transforman en el blanco del «odio fraternal» sofocado. (También puede darse el caso inverso, de que los primos reciban el amor negado a los hermanos.) Los amiguitos que los padres intentan imponer a sus hijos son por lo general cordialmente detestados, sobre todo porque los hijos sienten que sus padres no hacen más que reprocharlos e interferir en sus vidas, mientras que a aquellos los aprueban. Estos «encantadores» niños les resultan aborrecibles.

Cualquier sentimiento originalmente dirigido a las personas también puede ser desviado y desplazado hacia los objetos y es ésta otra manera de canalizarlo en forma segura.

Tomemos como ejemplo el caso de una mujer que piensa súbitamente que sus vestidos están «mortalmente» usados, que son horribles y que «ya no tienen salvación». Vemos aquí en primer lugar, como su profundo temor de no tener suficiente vida (o suficiente amor, que viene a ser el representante psicológico de su vida física) la torna «dependiente» de sus ropas para compensar esa deficiencia. Ha proyectado en sus vestidos su propio ser, o la parte de él que inconscientemente siente «muerta» y «sin salvación» y luego los ataca como si les fueran hostiles y dañinos. Como próximo paso tal vez induzca a su marido a comprarle vestidos nuevos, encontrando así un desahogo para su voracidad y agresión que dirigen en esta forma contra él. Pero al mismo tiempo lo salva y se salva de una expresión más directa y perniciosa de la tendencia a robarle, reprocharlo y regañarlo, evitando así graves peleas y el riesgo de una pérdida total del amor entre ambos.

 

 

                                                        DISTRIBUCION

 

Este mecanismo nos hace ver la enorme importancia que asume en la economía de la vida afectiva, el factor distribución en materia de amor y odio, similar a la que tiene en los otros sistemas económicos de la vida humana.

Nuestro odio se distribuye con más prodigalidad que nuestro amor, pero está más inhibido en sus fuentes -- dentro de nosotros--, de manera que habitualmente se filtra en menor volumen e intensidad. Ello se explica porque en los adultos relativamente normales y estables, una buena proporción de los impulsos agresivos se emplea hacia adentro, para frenar, controlar y regular el flujo, la intensidad y la dirección de todos los sentimientos, ya sean de amor y armonía o de venganza y destrucción.

                                     DESVALORIZACION Y DESPRECIO

 

La desvalorización de lo amado y de lo bueno, y la pérdida de FE en ello nos es familiar a través de la fábua del Zorro y las « Uvas Verdes». A su modo, puede resultar un mecanismo útil y de vasta aplicación que nos permite soportar desengaños sin volvernos agresivos.

En la vida cotidiana quizás sea muy conveniente para un marido el que a su mejer no le agraden nunca las cosas caras. Pero ésta reacción encierra grandes peligros; a menudo una mujer así puede ser mezquina, capciosa y criticona, especialmente en materia de relaciones personales. « Las uvas verdes» y el método de apartarse con desprecio de lo que en realidad se admira y desea, no suele incrementar la dosis de buena voluntad existente en el mundo. Supongamos en cambio que una mujer mira una vidriera llena de cosas caras que exceden sus medios, que no compra nada, pero admira y desea lo mejor y no se fija en lo que no sea llamativo. Habrá empleado así « hacia adentro» la fuerza de su desengaño y sus sentimientos vengativos ( su agresión),con el fin de contener y restringir sus deseos para prescindir del objeto deseado. Ha volcado su agresión ( hacia lo que no puede conseguir) contra sí misma y sus propios deseos adquisitivos. Habrá sido generosa con su amor « hacia afuera», sin despilfarrar su dinero. Por otra parte, el tipo anterior, el de mujer criticona, no vuelca su agresión contra sí misma en la lucha interna para sofrenar sus deseos. Los suprime mediante un método aún más primitivo que consiste en orientar su odio hacia afuera, y destruir ate sí misma lo que quiere, dejando así de desearlo ( amarlo) y necesitarlo. Este método le resulta más simple, menos complejo y más inmediatamente placentero que la lucha interna para ahogar ese deseo. Pero resulta menos ventajoso a la larga, tanto para sí misma como para el resto de la comunidad. El odio se dirige hacia afuera en lugar del amor, al que desvía y enmascara. Por lo tanto, se habrá puesto en juego menos amor y más odio en la vida.

El alejamiento despectivo o el rechazo del objeto deseado puede configurar una peligrosa reacción psicológica si no s emplea solo como contención de la avidez, sobre todo si se está inspirado también por la venganza y el desquite. El suicidio constituye se más notable evidencia: el desengaño y la furia vindicativa engendran tal odio y desprecio por la vida que todo lo que ésta puede ofrecer es finalmente rechazado y destruido. Probablemente la reacción de desprecio y rechazo es el es el origen o motivo principal de las innumerables variedades de deslealtad, traición, abandono infidelidad y perfidia que se manifiestan con tanta frecuencia, particularmente en ciertos tipos humanos que acusan una hipertrofia de éste mecanismo, desde los donjuanes a las prostitutas (en el campo sexual),a las personas versátiles que nunca conservan un empleo o una línea de actividad (en el campo de la auto preservación) Se pasan la vida buscando, hallando y luego sufriendo decepciones, ya que sus deseos son excesivos e irrealizables tanto en cualidad como en cantidad. Por último se alejan, desprecian y rechaza, sólo para comenzar la búsqueda inmediatamente después.

Quisiera recordar aquí el propósito - el principio teleológico inconsciente si se quiere - que actúa detrás de todas estas variadas formas de reacción y conducta. De estas distintas adaptaciones y ajustes que describo. Este propósito consiste en el manejo y distribución de los sentimientos y destructivos de modo tal que nos permita obtener el máximo de seguridad y placer en la vida. En mi último ejemplo - los donjuanes en el terreno del amor y los versátiles en el del trabajo - resultan muy claros los principales métodos utilizados puesto que se manifiestan con gran crudeza y exageración.

Observamos cómo los anhelos insaciables de estas personas - anhelos que en le fondo no difieren mucho de la simple gula - los llevan inevitablemente al descontento y a la insatisfacción con todo lo que obtienen, despertando su temor a la dependencia, venganza y agresión y amenazando su seguridad y su paz de espíritu, así como la de cualquiera que los decepcione. Arroja psicológicamente todos los malos impulsos - el odio la gula y el desengaño vengativo - hacia la persona o el trabajo del que tanto esperaban, y allí los ven; entonces como es natural, consideran necesario y justificado a la vez el alejarse y huir de esa persona o ese trabajo.

La huída es esencial e invariablemente una medida de seguridad y debemos considerar que es lo que se ha "salvado" mediante el rechazo. Fundamentalmente es a vida, ya que estas personas se sienten amenazadas por todas partes, como que lo están pero además tratan también de asegurarse placer. Como ya he dicho, para cada uno de nosotros, en la primera infancia, la bondad, el placer y la satisfacción, todo constituirá una sola cosa; los tres se experimentaban en una sensación un bienestar del cuerpo y la mente, una felicidad celestial. A pesar de las complicaciones y diferenciaciones que conscientemente puedan establecerse más tarde, en le fondo permanecen unidos, hasta nuestro último suspiro. Al huir de una cosa buena que a nuestros ojos se ha transformado más o menos malo, nuestra mente "preserva" una visión de bondad que corrí el riesgo de perderse, puesto que descubriéndola en otro sitio, nos parece darle vida nuevamente.

Tratamos de hacer una « reparación» ilusoria proclamando una bondad intacta en otro lugar. También los Donjuanes y los versátiles conservan su anhelo de bondad- lo que llos pueden reconocer como tal- y recomienzan siempre su vieja búsqueda de seguridad, placer en el amor, o satisfacción sexual mayores que los que han encontrado nunca. Sus fugas evidencian la interacción de los impulsos de amor y odio. El rechazo puede incluso ser un modo de amar deformado, por cierto, pero tendiente a preservar algo inconscientemente sentido como « demasiado bueno para mí». El abandono Salva la bondad así reconocida, defendiendo y rescatando al objeto de nuestra propia indignidad, que podría destruirlo. A veces predomina el elemento de amor, como en el caso de ciertos suicidas para cuyas mentes obnubiladas la suprema decisión de autorrenuncia significa el don de la propia vida a cambio de la felicidad del otro. En estos casos, se ha producido la misma aguda distinción y separación de lo bueno y lo malo descrita al exponer la proyección, sólo que actuando en dirección inversa. El suicida localiza en sí mismo todo lo malo y pernicioso qué debe extinguirse con él y concentra sus propios deseos, esperanzas y anhelos de bondad fuera de él en la persona amada en favor de quien, según sus percepciones confusas, renuncia a todo lo bueno junto con la vida misma.

Este documento se termina el día 23 de Septiembre de 1996, luego de más de 20 horas de elaboración.

                                                             FUENTES

 

Klein Melanie- Riviere Joan. LAS EMOCIONES BASICAS DEL HOMBRE. Editorial Nova, Buenos Aires, Febrero 5 de l960.  

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 



    [1] Este fenómeno ocurre en realidad no solamente con toda clase de sentimientos mentales desagradables, sino también con los dolores físicos: Un hombre a quien se le suministró una cantidad insuficiente de anestésico durante una extracción dental, abrió los ojos a medias durante la operación y vio « un violento dolor en el cielo raso».Un segundo después el dolor estaba en su boca.

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